Sobre los robos de obras de arte

«Marc Balcells, desmontando a Lupin»

Fuente: Arttroop

Escena 1.

Puerta principal, Museo Isabella Stewart Garden de Boston, Massachussets – Exterior noche

Dos hombres vestidos de policía llegan a la puerta principal del museo. Se identifican ante el guardia de seguridad alegando que han sido requeridos por una emergencia  y entran. Una vez dentro se enfrentan a otros dos guardias a los que reducen, amordazan y atan a una silla. Recorren tranquilamente las galerías del museo llevándose 13 obras por valor de 400 millones de euros entre ellas, un Vermeer, un Manet y dos Rembrandts.

Pónganse cómodos, porque la película promete, solo que los protagonistas no son George Clooney y Brad Pitt. Los protagonistas son, mejor dicho fueron, dos miembros del crimen organizado. Hace 23 años del robo Del Isabella Stewart el más importante de la historia por el que no se ha podido detener a nadie ni recuperar ninguna obra.

¿Hay quien dice que El robo del Isabella Stewart es la obsesión  de Robert K. Wittman, responsable de estos asuntos en el FBI?

Ex responsable. En la actualidad, ha montado su propio negocio, de recuperación de arte, así como los diferentes tours que da promocionando su libro y cursos. Un señor muy interesante, más por las historias de su carrera profesional que no por otra cosa. Él y yo tenemos aproximaciones diferentes a este fenómeno: él, como persona práctica, caza a ladrones. Yo, como criminólogo, me pregunto por qué una persona se dedica a esto, de forma mucho menos concreta y más teórica. Y desde luego, para mí, más apasionante. Vamos, que no me voy a poner a investigar los entresijos y huellas del robo del que hablamos, pero si qué cosas podemos extrapolar y ver si se adapta a las características de un robo de arte, cuáles pueden ser sus posibles causas (aquí hay muchas teorías que juegan un papel determinante), qué podemos aprender para poderlo prevenir en el futuro…

Pero volviendo al tema, sí es verdad que Wittman, como muchos otros, quiere encontrar las piezas sustraídas el ISG. Desde luego, para su carrera sería una medalla inmensa (por no decir para su marketing… Libros, películas, publicidad…). Pero bueno, si es el precio a pagar para que tanto arte vuelva a donde le corresponde, me parece perfecto (se queda uno de piedra al ver el tamaño de los egos en esta profesión). Y aun así, hay que mencionar que hay otros investigadores que, siendo mucho más discretos, merecen todo el respeto del mundo por su labor: Dick Ellis es la versión británica (y mucho más elegante) de Bob; Anthony Amore es el director de seguridad del ISG, y créame, igual de entregado a la causa (con más pasión, si cabe, por el cargo que ostenta) que Bob…

La realidad es que la tasa de recuperación de las obras robadas es muy baja entre un 12 y un 15%  ¿Qué pasa señor Balcells, es que la policía no era  capaz de distinguir un Picasso auténtico de una copia y por eso crearon ARCA (Asociación de investigación del crimen en el mundo del arte y las antigüedades)?

No, no, nada más lejos… De nuevo, la policía especializada en este tipo de delincuencia, en aquellos países que la disponen, hace una buena labor. Son casos complicados y es difícil que se resuelvan de forma rápida. Pero ARCA es un think tank donde investigamos de forma científica y académica este tipo de crímenes. Pero lo bonito de ARCA es que es un nodo donde se encuentran académicos, policías, criminólogos, historiadores del arte, arqueólogos, periodistas, fiscales, jefes de seguridad de museos… La imagen es tan completa y el trabajo es tanto que ilusiones no faltan. Además, cuando ARCA se creó, piense que no había mucha investigación sería sobre el tema: yo soy coeditor del Journal of Art Crime, y es vigorizante ver que se presentan artículos serios (en el sentido de científicos y empíricos) sobre la materia. Cada año se ofrece un master en esta materia con lo mejor de la profesión. A su vez, mientras escribo esto, me hallo de camino a la conferencia que ARCA organiza cada año en Italia: el quién es quién de este campo se reúne allí anualmente y nos ponemos todos al día de los avances en diferentes campos. Relacionado con su pregunta, en la conferencia del año pasado, antes que presentara yo mi ponencia, me precedió un científico americano que habló de un microscopio que hacia maravillas para identificar la autenticidad de una obra.

Marc Balcells es criminólogo especializado en delitos contra el arte, profesor del Departamento de Ciencias Políticas en el John Jay College de Justicia Criminal – City University of New York, y consultor de la Universitat Oberta de Catalunya y forma parte de ARCA, la asociación que nace con el propósito de perseguir casos de sustracción y falsificación de piezas de arte, vandalismo contra el patrimonio cultural y expoliación de obras en guerras y yacimientos

¿El robo de arte da para tanto, quiero decir, se roba tanto que graduarse en Delincuencia contra el Arte y Protección del Patrimonio Cultural es ahora mismo, con la que está cayendo, una buena salida profesional?

Sí, sin duda alguna. Las dos grandes vías están siempre abiertas: por un lado, la práctica: ya sea en un museo, para una organización cultural, o para ingresar en una fuerza policial, por poner tres ejemplos, uno ha de pensar que son conocimientos poco impartidos, así que poseerlos lo pone a uno a la cabeza de otros candidatos. Piense en cuántos programas ofrecen este tipo de conocimiento concentrado en el tiempo para atraer a profesionales de distintas áreas.

Y por otro lado, la vertiente teórica, que es la mía: si la práctica no abunda, imagínese lo que escasea la creación de conocimiento en esta materia. Es curioso que siendo una forma de delito, la criminología (que tiene la exclusiva de llevar a cabo la investigación académica sobre la génesis y prevención del delito) nunca ha prestado, hasta muy tarde, atención al mismo. Era una situación inexcusable que, poco a poco, unos cuantos estamos intentando cambiar con investigaciones científicas de calidad.

Ahora llega el momento en el que usted  tiene pensado desmontar todos nuestros  mitos peliculeros y  románticos acerca del robo  de arte. Sé  que quiere dejarme claro que el ladrón de arte no es ese canalla con encanto, culto y tremendamente atractivo en el que estoy pensando ¿sabe que con eso solo conseguirá que se lea menos esta entrevista? Y ¿Erik el belga?

¡No! Me niego a creerlo. ¿Por qué se debería leer menos? Le apuesto a que no. Mire, ayer me entrevistaban en lo relativo a robos y falsificaciones de obras de Dalí. En el año 2006, durante los carnavales de Río, cuatro jóvenes entraron en un museo y robaron cuatro cuadros, tomando rehenes a punta de pistola e incluso amenazándoles que harían explotar una granada si no les concedían sus peticiones. Da igual que ahora el ladrón no sea Arsene Lupin o Moriarty… No me diga (dejando de lado que es sin delito serio y no fue ninguna broma para los rehenes) que de por sí la historia no es interesante y no dan ganas de seguir investigando. Eso sí: de forma seria. No nos ayuda en nada que los expertos en estos temas nos limitemos a contar casos como si fueran cuentos. Lo que extraemos de este caso es que cada vez más los robos pueden llegar a ser más violentos, y el prevenirlo deviene más difícil. Sin ir más lejos, me quedo asombrado de cómo este tipo de robo violento de está convirtiendo en el modus operandi de robos a instituciones culturales en el sureste asiático. Por lo tanto, hay que buscar tendencias, similitudes y diferencias de un mismo fenómeno, y acompañarlo de datos estadísticos, para hacer un buen trabajo. Y si encima gusta el tema y a la audiencia se le hace interesante, mejor que mejor.

Y ya puestos, hablemos de Erik el Belga. Hay mucho de él escrito, y además ahora contamos con su autobiografía. De todo lo dicho de él y por él, hay dos claras tendencias: una, muy extendida en el mundo occidental, que es la de buscar el glamour al crimen y al criminal. Uno se equivoca si pensamos que solamente demonizamos a los criminales… ¡Para nada! La otra tendencia (me inclino más por ésta) es la de entender que en realidad, este señor ha cometido delitos y por lo tanto, no merece la pátina mediática. Punto y final.

Para mí, tanto una opción como la otra me interesa desde el punto de vista de la tendencia de los medios de comunicación y la opinión de la ciudadanía respecto a criminales del mundo del arte. Pero yo le puedo analizar sus robos desde diferentes perspectivas teóricas: ¿cuáles eran sus beneficios y costes para actuar así? ¿Tiene alguna patología que le empuja a robar? Y sobre todo, de su discurso, se puede entrever la teoría de la neutralización, que busca ver cómo el delincuente busca justificar sus acciones. Niega la víctima (nadie se interesaba por esas tallas que robó), niega el daño, niega responsabilidades (yo no robaba, salvaba piezas) y condena a quienes le condenaron alegando que no tenían legitimidad alguna… Todo esto está recogido en libros de teoría criminológica y se le puede aplicar tanto al sr. Vanden Berghe como al Sr. Bin Laden,salvando las distancias.

Les he oído decir algunas veces que en un robo de arte la parte fácil es robar ¿Dónde van a parar las obras robadas?

¡Y lo es! Son pocos los ladrones de arte especializados en ello. La gran mayoría leen sobre el tema (sobre todo la parte del valor astronómico de la obra) y se apuntan al carro. De por sí, esto ya es consistente con lo que nos dicen las estadísticas sobre los delitos de la propiedad: es decir, que el ladrón diversifica sus objetivos. Si roba, pongamos, coches, seguramente también robará, en la gran mayoría de casos, otros bienes.

Por lo tanto, roban (de forma violenta, o con fuerza) a blancos desprotegidos (casas, iglesias… Y se maravillaría de cuantos museos aún necesitan de protección adecuada)  y luego… ¿Qué? Ahí es donde se pierden, porque como todo mercado negro, los contactos son necesarios. Y si uno no los tiene, no sabe qué hacer. Muchos les han acabado vendiendo la mercancía a policías de paisano; otros, lo devuelven; otros, piden rescate, pero ahí uno se arriesga mucho, porque hay más exposición… Lo raro es que se destruya, pero ojo que no es imposible: ha pasado, seguramente pasa y pasará.

Los robos como el perpetrado en el Isabella Stewart o en el  Museo Van  Gogh en 2002 son llamativos,  porque el valor de lo robado es muy grande, pero en realidad  representan un porcentaje bajo en el total de delitos contra el  arte. Son  mucho más numerosos y preocupantes los expolios producidos en excavaciones arqueológicas o las falsificaciones.

Totalmente de acuerdo. Hablando con un ladrón de arte que (en principio) está retirado y colabora con la policía británica, me comentaba que no hay que coger cuadros que dan dolores de cabeza. Él nunca robaría un Van Gogh; prefería ganarse su dinero robando cuadros de autores más desconocidos en casas particulares, que llaman menos la atención.

Y lo mismo pasa con las falsificaciones: pueden estar bien hechas y uno no darse cuenta, y el tiempo va pasando. Además, tiene consecuencias nefastas para la fiducia necesaria en el mundo del arte. Si compra usted un cuadro de un pintor antiguo… Necesita fiarse de quien se lo vende, ¿no? Los falsificaciones imponen un miedo al mundo del arte que impacta de lleno en el sus dinámicas económicas. Y como corolario, no hay datos precisos de cuánto se falsifica: no hay bases de datos ni un catálogo comprensivo.

Y lo mismo pasa con el saqueo y tráfico de antigüedades… ¿Cómo voy a saber que algo ha sido robado cuando ni tenía idea que existía? Mi tema de investigación actual son losladrones de tumbas, desde la óptica criminológica, y me parece fascinante. Y ellos sólo son la base de la pirámide… Por suerte, a falta de estadísticas fiables, tenemos una clara comprensión del fenómeno en cuanto a su gravedad, y sin ánimos de ser catastrófico, créame que es muy grave.

Dice Erick el Belga, (ya ve, a la que se descuida yo vuelvo a las leyendas y a las fuentes dudosas) que los museos están llenos de falsificaciones. ¿Eso es así o también es una película que él se monta…?

¡Ah, pues muy bien! Es la típica afirmación que ayuda a la atención mediática y a vender. También he oído decir que hay gente que vuela en escobas y que tiene encuentros extraterrestres. Y es más, si lo afirmo vehementemente y con salero, me van a dar mis cinco minutos de gloria en los medios. Y lo curioso de todo ello es que, como afirmación, podría ser verdadera, pero… ¿De qué datos dispone? Aquí me sale de nuevo la vena criminológica, y le digo que yo, como el apóstol, hasta que no me de datos serios, no me creo nada. ¡Nada!

Hay una interesante teoría que dice que un falsificador en el momento de realizar su falsificación por amor propio no podrá evitar dejar un elemento propio en la obra…

Sí, es bien cierto también. Y por ahí les atrapan, así que harían mejor en dejar el amor propio fuera del taller donde pintan. He de confesar que, de todas las maneras de atrapar a un falsificador de cuadros, esta me parece la más interesante.

Falsificadores que dejan huella, ladrones relacionados con el narcotráfico o el terrorismo internacional e investigadores expertos en arte… Venga, no me dirá que todo esto no da para más de un thriller. Si hasta les ha sacado Dan Brown en Infierno, su última novela.

¡Estaba escrito en las estrellas que tenía que pasar! He de confesar que, aunque no he leído la novela, sí que he investigado un poco. El protagonista, Langdon, busca información sobre los caballos de la basílica de San Marco. Y si esos caballos aparecen en algún lugar, es en la clase que imparte el magistrado neozelandés Arthur Tompkins, sobre conflictos armados y la victimización del arte en los mismos (un curso muy recomendable).

Y sí, evidentemente, da para un thriller y dos y tres y trescientos. Indirectamente también nos cita Daniel Silva en una de sus novelas. Lo que está claro es que este tipo de crimen vende, y atrae atención. Bienvenida sea. Pero ojo, como digo yo, la medicina no avanza a base de novelas de médicos, ¿no? Pues la criminología relacionada con el arte, igual. Aún hace falta mucho, mucho y mucho de investigación sería. Eso sí, en los ratos ociosos, a nadie le amarga una novela de este tipo (siempre que sea buena).

Tengo una  última pregunta ¿cuándo va a un museo  en que se fija más en las obras de arte o en las medidas de seguridad?

En ambas. He entrevistado a guardias de seguridad en un trabajo de campo en el Metropolitan Musem of Art en New York, y ya le digo que algunos no están nada por la labor. A parte, yo soy de esas personas que un museo lo disfruta más en solitario que en compañía, aunque me encanta visitar museos con amigos y explicarles cosas sobre la seguridad, o sobre piezas arqueológicas y el tráfico ilícito de las mismas. Y si ese día uno está juguetón, miro esos sitios que deberían hacer saltar las alarmas a un atento vigilante de sala. Pero no se lo diga a nadie: es uno de esos pasatiempos perversos que todos tenemos.

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