Archivo mensual: May 2014

Art Scrub

Fuente: Art Scrub

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Las réplicas de las obras de arte en el cine

Fuente: El País.

Hollywood necesita obras falsas para sus películas. Las necesita George Clooney cuando filma The Monuments Man o Ed Harris cuando recrea la vida de Jackson Pollock. Pero es una tarea complicada. Los derechos de imagen y de reproducción están muy regulados y muchas veces es un calvario conseguirlos. O bien no se ceden o bien se exigen unas cifras inabordables incluso para una gran producción americana.

Antes no era tan complicado generar esta obra “falsa”, pero desde mediados de los años noventa del siglo pasado las cosas cambiaron, y mucho. Una denuncia y una queja fueron el detonante de esta transformación. El ingeniero y artista futurista estadounidense Lebbeus Woods (1940-2012) demandó al director Terry Gilliam por haber copiado, tal cual, uno de sus más famosos dibujos: Neomechanical Tower (UpperChamber. Quien tenga memoria cinéfila recordará que en la película de 1996 titulada 12 Monos Bruce Willis es duramente interrogado en un escenario claustrofóbico, que calca el boceto de Woods. Más tarde, la justicia daría la razón al artista.

Fotograma de la película ‘Basquiat’ (1996), dirigida por Julian Schnabel.

Un año después, en 1997, sucedería el segundo incidente. En una de las tramas centrales en El abogado del diablo, con Al Pacino y Keanu Reeves, un relieve de mármol cobra vida entre lo demoniaco y lo sexual. La pieza es una réplica de la escultura (Ex Nihilo Tympanum, que muestra el surgir de la vida desde el caos) que Frederick Hart proyectó en la fachada de la Catedral Nacional de Washington. Warner Brothers, distribuidora del filme, tuvo que rehacer la escena para reducir las similitudes y también, aquí estaba el problema, el contenido erótico.

A partir de estos dos sucesos, que recogen la revista Vanity Fair y artnet.com, conseguir los derechos de reproducción de ciertas obras de arte es muchas veces lo más cercano a una pesadilla.

En 1996, el pintor Julian Schnabel quería recrear la vida de un artista con el que coincidió en los años ochenta, cuando la carrera de ambos despuntaba: Jean-Michel Basquiat (1960-1988). Pidió permiso para utilizar imágenes de sus cuadros. El legado del artista (eso que los estadounidenses llaman estate), que está férreamente controlado por su padre y sus hijas, no se lo dio. Bueno sí, pero a cambio de una cantidad de dinero tan elevada que hacía inviable la película. Se llegó a una extraña solución de consenso. Se permitiría crear una serie de pinturas “al estilo de” Basquiat siempre y cuando no se parecieran demasiado a cuadros reales o bien el estilo no fuera muy veraz. Para asegurarse de que cumplían lo pactado, un abogado supervisaba todas las obras. Y si le parecían demasiado próximas al original impedía usarlas.

Pero el mayor problema llegó con Picasso. Schnabel pretendía reproducir El Guernica. “Es enorme y por entonces la película ya estaba en marcha, y no podría ser una impresión sobre papel porque Julian quería una pintura”, cuenta el director de producción del filme Dan Leigh a Vanity Fair. “Y la familia Picasso, o el estate, nunca habían recibido una petición para reproducir el cuadro, o sea, para copiar una pintura en pintura. ¡Ese era el gran problema! Básicamente se trataba de una falsificación”.

El original de Vermeer, a la izquierda, y el que se realizó para ‘La joven de la perla’, con Scarlett Johanson.

Al final, la familia accedió a que se pintara una copia (en la que el propio Schnabel participó), pero con un requisito irrenunciable. Una vez filmada, la tela debería ser destruida y la productora se comprometía a mandar un vídeo que lo acreditara. Embadurnaron el gigantesco óleo con la pintura que les había sobrado —previamente mezclada en un enorme barril— y la extendieron sobre la cara del lienzo que mostraba la imagen, y cuando aún estaba húmeda enrollaron la tela. Nadie, aunque se lo propusiera, podría restaurarla nunca.

Tribulaciones parecidas vivió el rodaje de La joven de la perla, protagonizada por Scarlett Johansson. El filme recreaba el trabajo y el genio del pintor barroco Johannes Vermeer (1632-1675). Al equipo de producción se le encargaron 75 cuadros. Y decidieron subcontratarlos a copistas chinos. La idea fue un desastre. En uno de los lienzos, La joven con un vaso de vino, cambiaron el rostro occidental por uno oriental, le dieron aire de beoda, confundieron la perspectiva e incluso le pintaron las uñas.

Dándole vueltas a una solución, el equipo creó una técnica digital que se basaba en encolar, con un barniz casero, una reproducción en papel sobre un lienzo y filmarlo usando diferentes tratamientos digitales de texturas. En este caso, el equipo sí logró el permiso del Museo Mauritshuis para reproducir La joven de la perla, aunque decidió no utilizar la infinidad de bocetos que habían pintado y que simulaban el proceso de creación de la obra por Vermeer. El propósito era mantener la tensión de la imagen en el espectador hasta el final, que es cuando se desvelaría el cuadro íntegro.

‘Pollock’ (2000), del realizador y actor Ed Harris. Moviestore Collection/Rex/Rex USA.

Un desafío diferente fue “falsificar” los cientos de obras que aparecen en la película dirigida por George ClooneyThe Monuments Men. La historia de ese grupo de soldados (y civiles) aliados que al término de la Segunda Guerra mundial tuvieron el encargo de recuperar la ingente cantidad de obras expoliadas y robadas por la Alemania nazi. No fue fácil ni recuperar las piezas ni rodar la película. “Más importante que las obras en sí fueron los marcos”, relata a Vanity Fair el director de producción del filme James D. Bissell. “Cuando miras a ese gran escondrijo de arte [recreado con tecnología 3D] y ves un enorme montón de marcos apilados, necesitas que sean de calidad para que estén en relación con las obras a las que pertenecen”.

En esta ocasión se recurrió a los archivos digitales de alta resolución que existen de bastantes de las pinturas recuperadas por losMonuments Men. Muchas de estas imágenes se imprimieron sobre lienzos o maderas, luego, con técnicas artesanales, se envejecieron y, más tarde, se añadieron efectos de craquelado. Sin duda, en la película hay una obra de arte que exigió más que ninguna. El altar de Gante (La adoración del cordero místico), pieza maestra de la pintura flamenca de los hermanos Hubert y Jan Van Eyck, no fue ajeno a los problemas. El equipo tuvo que solucionar la reacción adversa de ciertos pigmentos con los esmaltes. Y a la vez reproducir, a mano, el singular enmarcado de la obra.

Relieve del escultor estadounidense Frederick Hart que se encuentra en la fachada de la catedral de Washington y que fue utilizado en el filme ‘El abogado del diablo’ (1997).

Más fácil lo tuvo Ed Harris cuando rodó Pollock en 2000. El equipo de diseñadores aprendió a crearpollocks. En concreto, 125. Ese fue el número de telas que consiguieron pintar al estilo del artista expresionista americano. Excepcionalmente contaron con la ayuda de la Fundación Pollock-Krasner, que cuida el legado del pintor. De hecho, consiguieron los permisos para reproducir cualquier obra de su catálogo. Lo que hizo Harris fue contratar a algunos de los mejores directores artísticos de Nueva York y estudiaron juntos las películas y fotos de Hans Namuth y Paul Falkenberg que muestran cómo el artista crea sus famosos drippingsusando desde los botes de pintura a los mangos de los pinceles. En vez de copiar, recrear; funcionó.

El pintor chino, el pícaro gallego y la gran estafa

Fuente: El País

En la modesta casa de Pei-Shen Qian en Woodhaven (Queens, Nueva York) hace tiempo que no vive nadie. El pequeño garaje aparece cerrado, las persianas bajadas y el correo se acumula sin que encuentre quien lo recoja. Los periodistas han preguntado a los vecinos, pero estos no saben nada de Qian ni de su mujer. Un discreto ciudadano de origen chino que llegó a Estados Unidos en 1981 con el deseo de estudiar en la escuela de arte de Nueva York. Una cara entre otras mil.

La inesperada e indeseada fama le ha llegado por verse envuelto en un caso de falsificación de obras de arte, uno de los mayores de las últimas décadas. Todo tiene un comienzo y en este caso la historia arranca en las calles de Manhattan. Allí pintaba Pei-Shen Qian para pagarse parte de su formación y allí vendía sus cuadros. En esas aceras, a principios de los ochenta, conoció a José Carlos Bergantiños Díaz, un español nacido hace 58 años en Guitiriz (Lugo). Dicen, quienes le conocen, que este empresario es un hombre afable, con don de gentes. Y, sobre todo, amante del arte, coleccionista. Que incluso presume de haber conocido a Warhol. Cuentan, también, que se mueve con soltura en los círculos sociales.La Fiscalía de Nueva York habla de un timo de 58 millones de euros

Pero ahora el tiempo se le ha vuelto esquivo, y la Fiscalía neoyorquina y el FBI lo sitúan como una figura central dentro de un presunto entramado de falsificación de obras de arte. Según la acusación estadounidense, y The New York Times, Bergantiños habría contratado a comienzos de los ochenta a Pei-Shen Qian para que imitara obras de mitos del arte moderno como Franz Kline, Jackson Pollock, Lee Krasner, Willem de Kooning, Barnett Newman, Clyfford Still o Sam Francis. La estrategia no era imitar piezas conocidas sino hacerlas pasar por cuadros recién descubiertos.

Las telas fueron enajenadas durante años a través de una de las galerías más antiguas de Nueva York, Knoedler & Company. La sala cerró en 2011 por la avalancha de demandas que llegaban de coleccionistas engañados. También se colocaron telas con la intermediación del marchante independiente Julian Weismann, que niega cualquier participación en el engaño. Sin embargo, el negocio creado por la mexicana Glafira Rosales, pareja del español, con quien tiene una hija, y en el que presuntamente también participó Bergantiños, fue una máquina de generar dinero. Pei-Shen Qian pintaba unas telas por unos cientos de dólares y Rosales era capaz de darles el pase por millones. El informe de la acusación, de 42 páginas, asegura que Knoedler pagó 20,7 millones de dólares por decenas de cuadros falsos del pintor chino y los colocó a coleccionistas millonarios obteniendo 43 millones. Por su parte, Weismann adquirió piezas valoradas en 4,5 millones y las vendió por 12,5 millones. En números redondos, las galerías adjudicaron pinturas por más de 80 millones de dólares (58 millones de euros). En total, unas 60 piezas falsas, según la investigación.

El pintor chino Pei-Shen Qian, ante una de sus obras.

El trampantojo se mantuvo en pie desde los años noventa hasta 2009. En ese momento, las dudas sobre las “telas de Rosales” empezaron a surgir. Varios coleccionistas buscaron la autentificación de sus obras y no lo consiguieron. Incluso algún museo estadounidense se hizo con obras salidas de la mano de Pei-Shen Qian. Al final todo estalló.

En septiembre pasado Glafira Rosales admitió, ante un tribunal neoyorquino, tras una compleja negociación de meses, los nueve cargos de los que se le acusa, entre ellos fraude y conspiración para cometer fraude. Afronta una pena que puede llevarla 99 años a la cárcel cuando se conozca la sentencia a finales de este año. Aunque habrá negociado con la fiscalía.

¿Cómo es posible que un pintor de 73 años, sin apenas presencia en el oficio, pudiera generar imitaciones de tal calidad? Lo cierto es que Pei-Shen Qian tiene su trayectoria (pequeña) en el circuito artístico de Estados Unidos. En los años ochenta tuvo varias exposiciones en la costa oeste. El año pasado exponía en una galería en Shanghai. Sus cuadros originales nada tienen que ver con los maestros a los que copia, y parece complicado imaginar que pudiera crear telas que han engañado durante años. Pero así ha sido. Además de tener buena mano para imitar a Pollock o De Kooning, el sistema que empleaba pasaba por utilizar telas antiguas en mercados callejeros o subastas y utilizar pinturas antiguas. De estas compras, según la fiscalía, se ocupaba José Carlos Bergantiños Díaz. Y si había que darle un aspecto, incluso, más viejo, se utilizaba el calor de un secador de pelo o bolsas de té. Las demandas obligaron a cerrar a una de las galerías más antiguas de EE UU

En declaraciones desde Shanghai a Bloomberg Newsen diciembre pasado, Qian aseguraba ser víctima de “un enorme malentendido”. Y sostenía que nunca trató de hacer pasar sus obras por trabajos originales de maestros modernos. “Hice una navaja para cortar fruta”, dijo. “Pero si otro la usa para asesinar, acusarme a mí es injusto”. El pintor se encuentra, presumiblemente, aún en China, un país sin tratado de extradición con EE UU.

El viernes pasado José Carlos Bergantiños Díaz era detenido en un hotel sevillano. Posteriormente fue arrestado en Lugo su hermano, Jesús Ángel, a quien la fiscalía estadounidense involucra también en el fraude. Hoy ambos están en libertad pero con el pasaporte retenido: José Carlos puede afrontar 80 años de cárcel. La historia, desde luego, no pinta bien.

Un pase de Arturo fito Rodríguez.

El efecto de contemplar un Rubens

Gracias a Pilar Gonzalo por el pase.